Me
cogió la guerra nuestra, del 36
de
España, a la edad de 5 años
y
desde entonces,
no
he podido sacar el miedo
de
mi cuerpo.
¡Era
horrible!
Cada
vez que sonaban la sirenas
en
la catedral, a dúo, un dúo sepulcral;
este
era el signo de que se acercaban
los
aviones del enemigo a bombardear.
Nos
disponíamos a abandonar la casa
lo
más rápidamente posible y meternos
en
los sótanos en donde creíamos no
llegarían
las explosiones.
Las
gentes con caras de espanto;
llorábamos,
rezábamos y nos acurrucábamos
unos
con otros para tratar de quitar el miedo.
Se
oía: ¡Ya vienen, ya vienen!
pero
era tal el nerviosismo, que mi cuerpo
sólo
hacía que temblar, el miedo y el llanto
se
apoderaban de mí.
Hoy
después de pasados tantos años
sigo
sintiendo los mismos efectos
cada
vez que oigo el dúo de la sirenas
de
las ABSURDAS GUERRAS.
JUMECO
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