Creo recordar… que en el mes de junio del
año 2015, fuimos a casa de nuestra hija que vive en Soto de la Vega provincia
de León para ver y echar una mano del desastre que hizo en la casa su ex
-marido y ya en el mes de octubre mi esposa comenzó a encontrarse mal,
con dolores en el vientre y estomago,
muy estreñida y en una palabra, mal.
Por esa razón nos vinimos para nuestra casa en Madrid
y comenzamos las consultas con el médico de cabecera que teníamos entonces
asignado, Doña Margarita poco afable y con gran descaro para los mayores, que
cuando veía la cosa difícil pronto nos mandaba a urgencias del hospital, pero esta vez sí
acertó pues empezaron las pruebas y la ingresaron dando por resultado que era
cáncer, un quiste pegado al páncreas y maligno según todos los pronósticos. Ahí saltó la alarma lógica para
toda la familia. Una vez asegurándose que el resultado de las pruebas eran positiva mente,
la dieron el alta de hospital y pasaron a la sección de especialidad de los
Oncólogos. Comenzaron las sesiones semanales después de muchos análisis de
Quimioterapia durante bastantes semanas, tres seguidas y una de descanso, analíticas continuas,
después cambiaron a radio terapia, 28 sesiones, esta prueba se vio que era la
definitiva para ver si se podía destruir el quiste del cáncer y, dio negativo,
los malestares aumentaban y también las molestias y ya pasando un año
aproximadamente decidieron mandarla para casa pues en el hospital ya no se
podía hacer nada. Y llegó el nuevo año 2017.
Aquí en casa estuvo tratada por los médicos
paliativos, con visitas y tratamiento de dos o tres días por semana, con un
buen trato, muy humano y sin prisas, así durante unos meses, cambiándola de
fármacos cada vez que ella sentía dolores, se trató de evitar eso precisamente, que no tuviese dolores y que descansase lo más posible.
La decisión de venir a nuestra casa la
tomó ella cuando ya la dijo la doctora Calvo -que la trataba- que no tenía
solución, que aun no se había descubierto el fármaco que curase el cáncer. Eso
la convenció y decidió volver a casa para tener los cuidados de su familia,
totalmente convencida de que ese sería su final de vida.
Ahí estuvo peleando contra los dolores, los
vómitos, el no descansar, pero yo siempre a su lado día y noche; cuando
teníamos alguna ayuda de mis hijos, yo podía salir a comprar comida u otras
necesidades obligadas para seguir existiendo y, cuando me veía apurado y sólo llamábamos
alguna amiga para que se quedase con ella por si necesitaba ayuda o llamar a
urgencias y así transcurrieron unos meses que hasta el 18 de marzo mi hija la
convenció de llevarla a su casa en Soto de la Vega, -provincia de León- que allí se encontraría
mejor, la sacaría todos los días que hiciese buena temperatura a la huerta. La
forma era que yo ya no tenía vehículo para llevarla se los había ya regalado a
mi hija que la hacían falta. Estando hablando con un amigo nuestro Ramón, me
dice: ¡oye déjame que quiero hablar con
Ramón. Oye ¿ tú puedes llevarme a casa de mi hija en tu coche nuevo? Y él -que ya está jubilado anticipadamente la
dice-: si mujer, cuando usted quiera. Dicho y hecho, el sábado 18 de marzo como
ya he dicho se presentó en la puerta de nuestra casa a la hora prevista y a la 1 del mediodía ya estaban en el pueblo.
Yo sabía que ya no volvería, pues estaba ya muy malita dicho por los doctores y
que esto la llevaría a su final, no la quise quitar la intención ya que sería
el último capricho que me pedía. Yo no pude ir por tener que resolver asuntos
de comunidad y rentas mías que requerían mi atención, aparte que lo único que
iba hacer en algunos casos era estorbar, pues mi hija es muy impulsiva y todo
lo quiere llevar a su manera como se da este caso, sin tener en cuenta que me
debe un respeto como su padre que soy.
A los 14 días ya viendo que la salud iba
empeorando según me informaba por
teléfono , lo hablé con Julen, mi hijo mayor y el domingo día 2 de abril y en
su furgoneta nos fuimos a verla a Soto de la Vega que hay 315 kilómetros.
Cuando llegamos ya no nos conoció, nos miraba, pero no nos veía, no hablaba, ya
no podía comer, sólo con los cuidados de los médicos paliativos de la zona. También
se presentó Javi nuestro hijo pequeño y así estuvimos contemplándola (porque
otra cosa no se podía hacer) por turnos de día, y de noche se quedaban mi hija
y mi nieta María y el viernes estando yo sólo con ella en la cabecera de la
cama (que nosotros llevamos articulada y eléctrica para cambiar posiciones para
su posible comodidad) de una respiración forzada cambió a respirar normal como
cualquier persona sana y sin tan siquiera dar un suspiro dejó de respirar, se
quedó mirando a la ventana hacia el cielo -que seguro que ya no lo veía-, pero
ello la impulsó hacia el firmamento dejando así este mundo y a sus seres
queridos, a mí, que soy el que más la quería, el que convivió con ella desde el
10 de octubre del año 1959, el hombre que más la amaba, su compañero, el padre de sus hijos, el que la va a llorar
mientras viva, al que ha hecho que cambie su vida, el que no llevó alianza en
el dedo por su trabajo, y ahora lleva dos el suyo y el de su esposa, para que
vea el mundo que en él existió una mujer que amó con todas su fuerzas.
A partir de ese momento, se llamó a la
doctora para que certificase la defunción y se avisó a la compañía de la
funeraria y ella ya se encargó de llevarse el cadáver a León para prepararla y
vestirla con su traje nuevo ( como ella dijo con humor: ¡Para que no lo
estrene la otra! como fue su decisión y así
se hizo. Quería tener buen aspecto
para dar su último adiós a sus paisanos, a sus gentes, en su pueblo, en su lugar de
nacimiento, nació hace 82 años, el 24 de noviembre del año 2017
Dejó dicho -y así se hizo- que la
enterrasen en la misma tumba de sus padres -y los restos de ellos fueron
metidos en una caja de acero inoxidable junto con el féretro- y yo la di el
último adiós en voz alta en medio de un silencio sepulcral ante los presentes, con
un poema que después extendí haciendo copias para toda la familia y a nuestros
amigos que decía así:
DIOS TE LLEVÓ