Escribo
a al palabra eminente que está por decir.
Al
viento, que con su susurro adormece los atardeceres.
Al esperanto
para su pronta determinación.
A los sueños
con ilusiones, que se hagan realidad.
Al intelectual
que subraye mis defectos.
A todo aquel
que conoce la Leyes y las cumple.
Al último
suspiro que ahoga tú conciencia.
Escribo al
amor imaginario, del marginado.
A la infalible
verdad, que siempre triunfará.
Al moribundo
con ansias de vivir.
Al jugador
empedernido, con la esperanza de ganar.
Al misterio de
las apariciones, jamás constatadas.
Al invidente
que todo lo siente y nada lo ve.
Al comerciante
que si es honrado jamás se enriquecerá.
Al terrorista,
para que siempre le priven de su libertad.
Al avaro, para
que sea el más rico del cementerio.
Para los
voluntariados, que son los que frenan la crisis.
Para el banco
de alimentos, que es antídoto del hambre.
Para los
honrados, que son merecedores de la gloria.
JUMECO
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