A veces (no muchas), la tristeza nos trae felicidad. Sólo
tienes que mirar a tu alrededor. Ves a un niño aún imberbe, inválido, en una
silla de ruedas empujado por el familiar de turno, reflejado en su cara la
tristeza. A una señora andando con dificultad ayudada por su bastón y con un
brazo en cabestrillo. Ves en la televisión a Irene Villa, una joven con cara de
alegría porque va a ser madre, todas las futuras madres lo hacen, pero, esta es
excepcional entre todas ellas, le falta una pierna completa y con una herida
incurable, fruto del terrorismo y la otra pierna también con alguna mutilación,
anda con dificultad con la ayuda de la ortopedia y tiene la mayor ilusión de
vivir como la que más en esta vida, porque ha rehecho su vida y espera un hijo
para colmar el amor con su marido. Y sigue luchando contra el terrorismo
abiertamente en una asociación, sin miedo a esos asesinos de la ETA que no
prescribe, aquellos que pusieron la bomba lapa en los bajos del coche a su
madre y ella. Y tú, sigues observando a cientos de los llamados sin techo, con
sus carencias y dificultades para seguir viviendo aunque sea en la más rotunda
pobreza.
Viendo y viviendo todo esto piensas, que ese día que te
levantas lleno de tristeza de pronto, cambia totalmente tu ánimo y te
encuentras más alegre que unas castañuelas, sintiendo que eres la persona más
feliz de esta bendita tierra. Con otro punto de vista ves pasar a la gente y
auguras su felicidad y percibes que ya no estás triste. Por eso digo que a
veces tu tristeza se cambia por
felicidad.
Pobre de ti, si tu mente no ve más allá que los problemas
y la tristeza de haber nacido con el signo de la desgracia, augurando
falsamente tu infelicidad, tus enfermedades, tu triste soledad…
No hay arma más poderosa que tu mente, si por ella te
dejas arrastrar ella te vencerá. Te hará ver cosas inexistentes, implacables,
poderosas y te llevará al precipicio si tú no eres capaz de controlarla.
Escúchame: sé optimista; todos tenemos la felicidad en nuestras manos, no la
dejes escapar.
JUMECO
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