Anoche
soñé contigo y vi tu imagen al final de un camino, camino lleno de bonitas
flores silvestres, impregnado con su perfume embriagador de la primavera.
En lo más alto donde los sueños se
extinguen, había una gran flor, blanca, solitaria. Obligado me fijé en ella por
ser blanca y única de grandes dimensiones, destacando del paisaje. Al sentir mi
presencia, se abrió en toda su extensión y allí apareciste tú, tan solícita
como siempre, envuelta en un vestido blanco de cola y sonriendo con tus delicados
labios siempre tan apetecibles.
De este sueño salió este poema.
(A la madre de mis hijos)
veredas de
frondoso olor,
en lo mas
alto de la cima
allí sólo
una blanca flor,
tanto
tiempo buscándola
y en ella
encontré el amor.
Entraste
en mi vida
como
canícula sofocante,
tu cuerpo
de seda y malla
no me dejó
alejar un instante.
Más nunca me arrepentiré
de
aquellos momentos excitantes.
Ha pasado mucho tiempo
y con él, aquel frondoso olor,
que aún me queda el recuerdo
de aquella blanca flor,
que hoy sigo disfrutando
a la que un día...
Entregué mi corazón.
JUMECO
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