Juzgué al cielo
en mi precaria situación,
lo decidí sin recelo
y con firme decisión.
Intenté subir, no sin dudas.
El camino fue escabroso
empinado y con brumas,
buscando un final glorioso.
Me crucé con otras almas
que el cielo bien se ganaron
y yo, esperando el alba
de los años que pasaron.
Ellas raudas subían
y yo en picado bajaba,
esto a ellas enaltecían
y a mi me acongojaba.
Con los pecados a cuestas
sigo andando por el mundo
a rendir al Señor las cuentas,
de este siervo trotamundos.
Al fin llegó el juicio final,
se pesaron los pecados y virtudes,
ganó por muy poco el bien al mal
y fui juzgado por mis actitudes.
Pagaré por mis pecados,
con castigos razonados
sin emplear la insolencia.
JUMECO
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