Buscando la paz de mi alma
con el cuerpo herido,
inerte en mis pensamientos
y embotados los sentidos.
Sigo el resplandor celestial
que tantas veces me ha llamado
el que jamás me
había interesado,
y que ahora veo su luz.
El divino reflejo cegador
que yo desconocía
y
que él se interponía
entre el pecado y la bondad.
Hoy quiero
arrepentirme
de todos mis actos impuros,
confesar al mundo mis pecados
y pedir al Señor su perdón.
JUMECO.
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