E L A N C I A N O
Reflexión
(Relato)
Registrada
Se llega a una edad en la que el mundo que nos rodea
no es consciente de ti, ni en tu manera de pensar y de vivir.
Un anciano se preguntaba que había sembrado en su
vida para recoger tan amargo fruto del que ahora disfrutaba. No encontraba la
relación que había de tal conjetura, ya que él, mientras fue útil para los
demás que le rodeaban, siempre estuvo pendiente de sus problemas y procuró
ayudar en lo material y espiritual de sus familiares amigos y sus semejantes en general.
Y he aquí enfrascado en sus pensamientos, pasando
noches en vela e intentando buscar soluciones que coordinase su fatalidad y su
forma de vivir. No era el dolor o las molestias de los achaques lógicos de la
edad, sino, de una palabra con desprecio o sin interés de lo que has
preguntado, de lo que haces, de lo que dices, que cae en el olvido y allí se
pierde.
Vio como aumentaba la familia, de nietos se llenaba
la casa, que para él era la única alegría; la palabra ¡abuelo! Llenaba la
estancia e igualmente que sus achaques y sus lentos movimientos se hacían
patentes aumentando más cada día. Se hacía el valiente y a veces a los pequeños
les recitaba algún pequeño poema o les contaba un cuento. Ellos con paciencia
procuraban no interrumpirle riendo sus malos chistes o relatos, que a veces
increíblemente el abuelo se inventaba para tal ocasión con tal de
entretenerles.
Durante el día- aunque largo-, muy largo se le hacía, lo llevaba con paciencia, pero
llegando la noche volvía la horrible soledad y los fantasmas de las sombras
nocturnas se le echaban encima, haciéndole más difícil pernoctar entre las
brumas y pensamientos que infundían en sus sentimientos, quizá los mas
sensibles de su existencia.
Soñaba despierto en su juventud, siempre codiciosa
de vivir con alegría y de aprender, procurando ponerse a la altura de los
primeros en todo. No tuvo la suerte de poder, ni saber estudiar- y así ampliar
sus conocimientos que no fueron muchos-; pero aun así él, estaba conforme con
lo que sabía, pues fue lo suficiente para el buen vivir que llevó toda su vida.
De muy pocas cosas se arrepiente de las que hizo en
su vida. Una de ellas fue la de insinuar (no prometer) a alguna joven,
cuestiones que no cumplió con el afán de conseguir alguno de sus favores. Los
sentimientos cuando es uno joven navegan tan alto como las nubes y a veces se
oscurecen y terminan descargando en tormenta, que se convierte en agua y esta
se evapora volviendo otra vez a la nada.
Otra cuestión ineludible, fue la de luchar incesante
con el trabajo, siempre con mesura, al menos a partir de formar un hogar y
responsabilizarse de sacar adelante una familia lo mas desahogadamente posible,
en lo material y honestamente.
Pero ahora se encontraba sólo frente al mundo, sin
estímulos, un mundo que lo único bueno que deseaba es soñar, aunque sea con la
ayuda de barbitúricos y volar con sus fantasías, aunque luego tuviese un amargo
despertar al comprobar la realidad.
¿Qué ilusión de vivir tiene este anciano, donde cree
saber mas que nadie y que todo el mundo le ignora? Se considera ya carne de
sepulcro en donde reina el silencio, el placer encomiable de paz y el final de
una existencia.
Cuando esto ocurra-que es ineludible-, al principio
se hablará de él, de sus bondades, de cuantos favores que hizo a los demás, de
sus achaques y desventuras, pero pasando un tiempo, –quizá ni una sola
generación-, él ya queda en el olvido y como único recuerdo el epitafio sobre
su tumba, con todo lo bueno y malo que había que reprocharle que acaba en el fondo
del abismo perdido en la inmensidad.
Estos y otros pensamientos invaden su ser y un sin
vivir de sentimientos cruzados que chocan con la realidad.
¿Qué haces aquí?, ¿Por cuánto tiempo? ¿Cómo podrás seguir viviendo?,
¿A quien más vas a estorbar?, ¿Podrás
soportar los años que te queden sin llegar a enloquecer?, ¿Estás preparado para
el cambio que muy pronto te llegará? o ¿Esperas seguir sufriendo?
Esta y mil
preguntas mas se hace en sus noches de insomnio invadido por su horrible
soledad.
No le queda nada más que un suspiro para decir:
SEÑOR. ESTOY ESPERANDO QUE TU ME LLAMES.
JUliánMEsoneroCOrredera.
Yo como autor no me he inventado nada, esto es una realidad que en los tiempos que vivimos, unos más y otros menos, es lo la herencia que nos deja el proceder de la sociedad en la que vivimos y que entre todos hemos costruido de alguna forma. No...yo no he hecho nada contra su ambiente... Otros yo vivo mejor que vivieron mis padres y abuelos...y asítodos nos vamos escaqueando de culpabilidad. Piensa yn me digas tu parecer, pero todos hemos colaborado en este mundo infame.
ResponderEliminar