lunes, 25 de agosto de 2014

Yo aprendí en el hogar donde nací.

                       
                        YO  APRENDÍ  EN  EL  HOGAR  DONDE NACÍ
   
                      YO APRENDÍ EN EL HOGAR DONDE NACÍ.

Yo aprendí en el hogar donde nací
que las caricias son mil. Que si no hay
para comer si hay para querer.
La mesa la componen además del mantel.
Tú presencia, tú familia y su miel.

El respeto mutuo de los moradores
enriquece la convivencia y el acuerdo
de los que la componen  habitual.
No hay prejuicios que ensombrezcan
la armonía del amor familiar.

Los pequeños desmanes que pudiera haber
ellos se subsanan con una buena intención.
Son recíprocos, del fondo, del sentir
de sus actuaciones, de su consideración.  
Imprescindibles para el buen vivir.

Como en todos los hogares, -a veces-,
no hay acuerdos familiares o conyugales,
La vida trae muchos sinsabores. Pueden ser
de tipo económico, de salud, de sufrimientos.
Hay que hacerlos frente en todo momento.

¿Qué no hay para carne? lechuga y ya vas bien.
¿Qué por salud hay que hacer una operación?
pues se va al hospital y se acabó.
Que es de sufrimiento; hay que mirar hacia atrás
y  veras que resignarse es un acierto.

No decir esto no es para mí, esto es para
mi enemigo. ¿Qué mayor complacencia sería
que se cambiasen las tornas y fueseis amigos?
Hay que perdonar las pequeñas cosas de tus
semejantes. Hacerle ver que la vida es constante,

Y que si tú no perdonas, nunca serás perdonado,
Que no por mucho que tengas, eres más que nadie.
Que el mundo lo constituimos todos los nacidos
y que si tú no colaboras en mejorarlo
la convivencia se romperá.

                                                                                                         JUMECO
 

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