MI JUICIO FINAL.
Me pusieron contra
las cuerdas
y no me supe defender.
Mis ojos centelleantes buscaban el refugio
para salir del atolladero
que las circunstancias requerían.
Al fin se hizo la
luz,
que de momento fue tenue,
pero que a medida que pasaban las horas
brilló
con toda su intensidad
y esplendor a lo largo de un túnel inmenso.
Oí que me llamaban
por mi nombre
y apellidos e intenté andar
hacia el lugar de donde procedía la
voz;
me fue imposible el dar un paso,
pues mis piernas habían desaparecido
e igualmente
mi cuerpo
que se había convertido en la nada.
Traté por todos
los medios de averiguar
este caos inaudito,
pero ya era tarde,
mis cenizas
ardían en la hoguera.
ME DISPUSE A ESCUCHAR EL JUICIO FINAL
JUMECO
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