viernes, 29 de octubre de 2010

El monte de la sonámbula


El monte de la sonámbula
                                  Registrada

                                     
                                      Un cuento para niños

Me contaron en uno de mis viajes que hago por el norte de España un caso extraordinario, fantástico. Un señor que iba en el mismo departamento, nos relató un suceso de su pueblo natal, no recuerdo el nombre pero si que era de la provincia de la Coruña. Parece ser que sucedió hace muchos años y se lo contaron a su abuela cuando era joven.

Existía por aquel entonces una niña llamada Marmen de 7 u 8 años, era la mayor de tres hermanos y vivían en una aldea rodeados de montes y arbolado como muchos lugares de Galicia. Esta niña era sonámbula y todas las noches se levantaba dormida y se iba andando al monte y cuando venía el alba y empezaba amanecer, se volvía a su casa y se acostaba.

Un día por la noche, como ya era su costumbre, se encontraba paseando por entre los pinos y las altas jaras y tropezó con una piña llena de piñones, pero no era una piña cualquiera, esta hablaba. Al golpearla con el pie esta le increpó:

-¡Haber si tienes mas cuidado que casi me pisas y de no ser que he andado lista me habrías destrozado!

La niña se quedó un tanto perpleja y la pidió disculpas por lo sucedido. Entonces otras piñas que estaban en el pino empezaron a comentar tal acontecimiento.

-Nosotras porque estamos bien sujetas en el árbol sino nos pasaría lo mismo. Los humanos solo sabéis hacer mal al monte; os aprovecháis de oxigeno que producimos, necesario para que podáis vivir; también de nuestras ramas para quemarla y así calentaros, de nuestras piñas para comeros nuestros ricos piñones, y no contentos con eso también cortáis nuestros troncos para hacer muebles y decorar vuestras casas o pasta para fabricar papel. Fue entonces cuando se dio cuenta que conocía el idioma de las plantas. No pudo seguir oyendo porque ya llegaba el alba y su subconsciente la mandaba volver a su casa y acostarse como lo hacía siempre.

Cuando llegaron las ocho de la mañana su mamá la despertó para ir a la escuela. Recapituló todo lo sucedido la noche anterior, mientras la lavaba y peinaba su mamá, pues se acordaba perfectamente de todo, y pensó que debería de hacer algo para ayudar a aquellas indefensas piñas.

Cuando llegó al colegio decidió contárselo a su mejor amiga y compañera de pupitre. Su amiga después de escucharla no la creyó, diciéndola que era una fantasiosa que lo habría soñado. Ella cuando llegó a su casa se metió en su habitación y se puso a llorar con gran congoja porque su amiga no la creía.

¿Qué haría yo para salvar el monte, a las piñas, a los árboles y plantas de aquel precioso lugar, para que siguiesen viviendo y nadie les cortase sus troncos?

Se le ocurrió una idea genial. Habló con la maestra (que era muy buena y quería mucho a los niños) y la dijo que estando jugando con sus hermanitos en el monte, entró un tractor y casi los atropella; que se debería hacer algo para que los tractores y maquinaria no entrasen en el monte en donde ellos jugaban. Entonces la maestra con todos los niños y niñas una vez terminada la clase se iban al monte y llenaban de piedras la entrada del camino para que no pudiesen pasar; Pero los tractores pasaban por encima de ellas y no les impedía el paso, así una y otra vez. Intentaron una nueva estrategia; escribieron en un cartel muy grande con letras enormes que decía:

PROHIBIDO EL PASO BAJO LA MULTA DE MUCHOS €UROS. Ni por esas ellos seguían pasando, los niños les decían.

-¿Es que no saben ustedes leer?

Pero nada ni caso y seguían pasando a por las piñas y a cortar árboles. Todo lo que intentaron resultó ser un rotundo fracaso.

Los niños mientras tanto seguían yendo al monte a jugar al escondite o al pilla, pilla; recogían ramas y piñas secas que ya habían dado su rico fruto que se habían caído por el viento y se las llevaban a una anciana muy pobre para la lumbre; todo ello el monte lo agradecía. Como ya sabéis cuando hay fuertes tormentas (aparte de la lluvia tan necesaria para la vida) caen muchos rayos y a veces algunos de estos rayos lo hacen sobre un árbol lo rompe y echa arder, y hay que ir rápidamente para apagarlo. Pero esas cosas son naturales y siempre han ocurrido; pero otras veces arde el monte porque hay personas malas que provocan los incendios solamente para hacer el mal.

No encontrando solución para evitar que entrasen las máquinas al monte, esa noche se acostó muy preocupada pensando, pensando que podría hacer para encontrar la forma de arreglarlo y con esos pensamientos se quedó dormida. Como todas las noches ella sonámbula se levantó y se fue andando al monte; se paró en medio del camino por donde entraban las máquinas y comenzó hablar con los pinos, las piñas, los robles, álamos, nogales, eucaliptos y toda una diversidad de especies que existen en los montes. Y les preguntó:

-¿Qué puedo hacer yo para que no os corten vuestros troncos y os dejen sin vida?

 Todos los árboles y plantas la dijeron lo mismo.

-Mientras sigan pasando las máquinas, seguirán serrando nuestros troncos, se llevaran nuestras piñas, nuestras ramas y todo lo demás.  

Entonces Mamen dijo muy segura de si misma:

-Pues ya tengo la solución definitiva; me voy a poner en medio del camino y no voy a dejarlas pasar.

A lo que replicó un pino muy grande y dijo:

-Vendrán otra vez las máquinas y te atropellarán, con nosotros no pueden porque somos muy grandes y tenemos profundas raíces.

Y Mamen contestó:

-Pues yo también echaré raíces y me haré tan grande como vosotros, ese es mi gran deseo.

Y como si de un milagro se tratase, empezaron a crecer raíces y mas raíces a su alrededor y ella empezó hacerse grande, muy grande y le creció el cuerpo muchísimo y se hizo tan enorme que cubrió todo el camino y ya era imposible pasar por él.

Ella así sacrificó su vida por salvar al monte convirtiéndose en un enorme pino y desde entonces nadie ha vuelto a cortar árboles en aquel monte, el que ha pasado a llamarse EL MONTE DE LA SONÁMBULA.

Así me lo contaron y así os lo cuento yo.
                                              
                                                         JUMECO

  

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