jueves, 28 de octubre de 2010

El anciano

                                  E L    A N C I A N O
                                    Reflexión
                              (Relato) Registrado

Se llega a una edad en la que el mundo que nos rodea no es consciente de ti, ni en tu manera de pensar y de vivir.
Un anciano se preguntaba que había sembrado en su vida para recoger tan amargo fruto del que ahora disfrutaba. No encontraba la relación que había de tal conjetura, ya que él, mientras fue útil para los demás que le rodeaban, siempre estuvo pendiente de sus problemas y procuró ayudar en lo material y espiritual de sus familiares  amigos y sus semejantes en general.
Y he aquí enfrascado en sus pensamientos, pasando noches en vela e intentando buscar soluciones que coordinase su fatalidad y su forma de vivir. No era el dolor o las molestias de los achaques lógicos de la edad, sino, de una palabra con desprecio o sin interés de lo que has preguntado, de lo que haces, de lo que dices, que cae en el olvido y allí se pierde.
Vio como aumentaba la familia, de nietos se llenaba la casa, que para él era la única alegría; la palabra ¡abuelo! Llenaba la estancia e igualmente que sus achaques y sus lentos movimientos se hacían patentes aumentando más cada día. Se hacía el valiente y a veces a los pequeños les recitaba algún pequeño poema o les contaba un cuento. Ellos con paciencia procuraban no interrumpirle riendo sus malos chistes o relatos, que a veces increíblemente el abuelo se inventaba para tal ocasión con tal de entretenerles.
Durante el día- aunque largo-, muy largo se le  hacía, lo llevaba con paciencia, pero llegando la noche volvía la horrible soledad y los fantasmas de las sombras nocturnas se le echaban encima, haciéndole más difícil pernoctar entre las brumas y pensamientos que infundían en sus sentimientos, quizá los mas sensibles de su existencia.
Soñaba despierto en su juventud, siempre codiciosa de vivir con alegría y de aprender, procurando ponerse a la altura de los primeros en todo. No tuvo la suerte de poder, ni saber estudiar- y así ampliar sus conocimientos que no fueron muchos-; pero aun así él, estaba conforme con lo que sabía, pues fue lo suficiente para el buen vivir que llevó toda su vida.

De muy pocas cosas se arrepiente de las que hizo en su vida. Una de ellas fue la de insinuar (no prometer) a alguna joven, cuestiones que no cumplió con el afán de conseguir alguno de sus favores. Los sentimientos cuando es uno joven navegan tan alto como las nubes y a veces se oscurecen y terminan descargando en tormenta,que se convierte en agua y esta se evapora volviendo otra vez a la nada.
Otra cuestión ineludible, fue la de luchar incesante con el trabajo, siempre con mesura, al menos a partir de formar un hogar y responsabilizarse de sacar adelante una familia lo mas desahogadamente posible, en lo material y honestamente.
Pero ahora se encontraba sólo frente al mundo, sin estímulos, un mundo que lo único bueno que deseaba es soñar, aunque sea con la ayuda de barbitúricos y volar con sus fantasías, aunque luego tuviese un amargo despertar al comprobar la realidad.
¿Qué ilusión de vivir tiene este anciano, donde cree saber mas que nadie y que todo el mundo le ignora? Se considera ya carne de sepulcro en donde reina el silencio, el placer encomiable de paz y el final de una existencia.
Cuando esto ocurra-que es ineludible-, al principio se hablará de él, de sus bondades, de cuantos favores que hizo a los demás, de sus achaques y desventuras, pero pasando un tiempo, –quizá ni una sola generación-, él ya queda en el olvido y como único recuerdo el epitafio sobre su tumba, con todo lo bueno y malo que había que reprocharle que acaba en el fondo del abismo perdido en la inmensidad.
Estos y otros pensamientos invaden su ser y un sin vivir de sentimientos cruzados que chocan con la realidad.
¿Qué haces aquí?, ¿Por cuánto tiempo?  ¿Cómo podrás seguir viviendo?,
¿A quien más vas a estorbar?, ¿Podrás soportar los años que te queden sin llegar a enloquecer?, ¿Estás preparado para el cambio que muy pronto te llegará? o ¿Esperas seguir sufriendo?
 Esta y mil preguntas mas se hace en sus noches de insomnio invadido por su horrible soledad.
No le queda nada más que un suspiro para decir:
SEÑOR. ESTOY ESPERANDO QUE TU ME LLAMES.
                       JUMECO                                       

1 comentario:

  1. Esta es una triste historia que nos concierne a casi todos los mayores, en mayor o menor grado.

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