Salamanca, tierra mía, que me vio nacer
Corrían los años treinta y la guerra marchitó el vergel.
Fui testigo de la masacre, fui testigo de las injusticias,
corría la sangre por las calles, sin razón, por la política.
Con otros tres hermanos y mis padres, los seis a pasar hambre.
Fueron unos años muy duros, del treinta y seis al treinta y nueve.
Entonces yo era aun un niño, pero no se puede olvidar.
Tiroteos, bombardeos, miedo hambre y calamidad.
Después vino la revancha de aquellos explotadores.
La comida a precio de oro, se comían hasta las flores.
Poco a poco se restableció la calma. Volvió Salamanca
a ser lo que había sido, con sus hábitos y sotanas.
Sus catedrales, Universidades y Clerecía,
como en los buenos tiempos la ciudad resplandecía.
A falta de víveres y trabajo, hubo de salir de la ciudad buscando el sustento como primera necesidad.
¡Cuánto añoré el salir de mi Salamanca! y lloré, lloré.
Volvimos algunos años mas tarde, pero ya no la gocé.
Después la vida me ha llevado diferentes sitios a ver.
Unas buscando trabajo, y otras a ciudades a vivir en él.
Al país vasco fui un día y, allí es donde me casé.
En el año cincuenta y nueve con una joven gallega de buen ver
Y, tuvimos tres hijo, tres.
Y hoy después de cincuenta años y camino de la vejez,
me encuentro con mas achaques que cornadas el Cordobés.
Doy gracias al Señor por mantener a toda mi familia unida,
Por ley de vida llegará el día, que nos llegue la final despedida.
JUMECO
Esta es una vivencia del año 36/39 ocurrió en Salamanca
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